¿HAS INTENTADO HACER DIETA ALGUNA VEZ?

Cuando intentas comer sano o hacer algo de dieta… ¡Zas! el picoteo te pierde. Otros días te propones «portarte bien» y de pronto te has comido media tableta de chocolate sin ni siquiera saborearlo. ¿Tenías hambre? No, solo un mal día o la regla, o aburrimiento, o estabas en piloto automático viendo Netflix, o te lo habías ganado»… Tenemos muchas excusas y todas responden a lo mismo: tu cuerpo y tu no habláis el mismo idioma. Es más, te has vuelto sorda a sus mensajes. Te vuelves «sorda» a fuerza de «acábate el plato», «como solo ensalada aunque esté muerta de hambre, pero termino cenándome media despensa…» ¡Ah! y mi famoso: «engullo un cubo de palomitas, aunque no tenga hambre, porque estoy en el cine».

¿Puedes volver a conectar con mi cuerpo? ¡Claro! Pero antes tienes que saber cuáles son los detonantes o círculos viciosos que te vuelven sorda. Aquí tienes algunos de los más comunes que se han ido recopilando .A ver si te reconoces en alguno o en varios…

1. No te da la vida

Tu vida es un no parar. Hoy apenas has parado a comer un bocado y lo has hecho rápido. Encima, por la tarde te ha entrado una necesidad imperiosa de comer algo dulce. Incluso después de cenar, sin darte cuenta has acabado con el paquete de galletas, y eso que solo pensabas tomar un par…

  • ¿Por qué te ocurre? Bajo presión el cuerpo segrega cortisol, una hormona que provoca una subida de la glucosa. Si los niveles de cortisol se disparan, te cuesta conciliar el sueño y aumentan tus ganas de comer dulces. Además, el estrés provoca que se pierda la noción de la cantidad y el ritmo al que se come, por lo que se pueden ingerir grandes cantidades sin percibirlo.
  • Solución: Echar el freno. Reducir el estrés y contrarrestar los efectos del cortisol con alimentos relajantes y con efecto “buen humor” como el plátano, el aguacate o los frutos secos.

2. Estás más cansada de lo que crees

No duermes bien, te levantas con cansancio y para cargar las pilas tomas mucho café y luego vas picando para que no decaiga tu energía durante el día.

  • ¿Porqué te ocurre? Puede que tengas un bajo nivel de algunos neurotransmisores cerebrales, aquellos encargados de poner el cerebro en marcha de manera optimista, como es la dopamina. Por ello te cuesta arrancar. Además, muchas veces confundimos sueño con hambre y en lugar de obtener energía descansando, la buscamos en la comida.
  • Solución: Rellena  tus depósitos cerebrales de dopamina, desayunando cereales integrales, frutos secos y lácteos. 

3. La dieta de los lunes

La empiezas cada lunes y la abandonas entre el jueves y el viernes. Más o menos la pauta es la siguiente: arrancas comiendo poco, “aguantas” hasta la comida y la haces frugal y luego sigues “aguantando” hasta la cena. Pero en casa en cuanto pruebas la comida, ya no tienes freno. Terminas el día con un antiácido y la promesa de que mañana o el siguiente lunes “podrás conseguirlo”.

  • ¿Porqué te ocurre? Lo que más engorda en el mundo es estar a dieta. Tienes que comer y hacerlo bien
  • Solución: Ponte a dieta, pero de sentirte mal contigo misma, de sentimiento de culpa, de prohibiciones. Come, disfruta, haz deporte, date algún capricho… Para adelgazar hay que quererse, comer bien, cocinar… 

4. Obsesión por la comida

Sueles hacer dieta, hablas mucho de comida, tu peso, lo que comes y lo que no ocupa un gran espacio en tu vida, tienes la sensación de que debes vigilar todo lo que comes…  La comida en sí misma te provoca ansiedad.

  • ¿Porqué te ocurre?  Son muchos los factores que nos llevan a prestarle demasiada atención a nuestra imagen: baja autoestima, el triunfo de la delgadez en nuestra sociedad, carencias emocionales, una educación rígida de “acaba el plato” que nos hace desoír la verdadera hambre… y todo conduce a colocar los alimentos en un lugar demasiado importante en nuestras vidas.
  • ¿Se puede salir de este círculo vicioso? Sí, desdramatizando el acto de comer y la propia comida. Divirtiéndote más o con terapias eficaces como el mindfulness.

5. Comida refugio

Últimamente parece que todo sale mal. La comida te da ese premio que necesitas. Y aunque sabes que no deberías picar, tu mente te dice “te lo mereces”. 

  • ¿Por qué te ocurre?  Un disgusto o tener cierta tristeza, provocan desajustes en el organismo y el cerebro busca compensarlos a través de la alimentación.
  • Solución: Date premios que no tengan nada que ver con comida: un masaje, ir al cine, quedar con tus amigas… Hay formas inesperadas de encontrar la felicidad sin recurrir a la comida 

Manda a la cárcel a tu juez interior porque comer no es ningún pecado, ni algo por lo que debas sentirte mal. ¿Querías seguir una dieta o no picar aquello que te pierde? No pasa nada, recuerda que todos los momentos son buenos para empezar a hacer las cosas como uno quiere.

Deja una respuesta