La forma de alimentarnos influye en la percepción del dolor. Tomando más alimentos antioxidantes, antiinflamatorios, prebióticos y probióticos esa percepción puede disminuir.
Donde hay dolor suele haber estrés oxidativo (tejidos deteriorados o envejecidos) e inflamación. Este estrés oxidativo es el que provoca en el organismo un exceso de sustancias oxidantes o radicales libres que, si no hay una cantidad suficiente de antioxidantes para contrarrestarla, favorece el aumento del estado inflamatorio.
Los mejores antioxidantes en la alimentación los contienen las frutas y verduras, en abundancia, elígelos de colores diferentes, muchos antioxidantes son los pigmentos responsables del color de los vegetales; los alimentos rojos como el tomate y la sandía son ricos en licopeno. Los de color naranja, como la zanahoria o la naranja, lo son en betacaroteno y los blancos como la cebolla o el ajo, en compuestos azufrados.
Y contra la inflamación, las grasas omega 3 han demostrado reducir la inflamación interna, las agujetas y el dolor muscular, así como el dolor menstrual y el asociado a la artritis reumatoide. Se encuentran principalmente en el pescado azul, marisco, algas, nueces, y semillas como el lino o la chía.
Tomar un par de veces a la semana pescado azul y un puñado de nueces, además de grasas de buena calidad, aportan fibras y combinan perfectamente sus compuestos para dar ese efecto antiinflamatorio.
Es importante ajustar las calorías, ya que a mayor exceso de peso, mayor es el nivel de dolor.